Finalmente el periodo electoral de este año esta por concluir al acercarse el próximo domingo 4 de julio, y con ello, una vez definida la nueva conformación del Congreso, la posibilidad de regresar a las discusiones serias (no político-electorales) sobre los temas económicos urgentes para el país. Pero mientras tanto, creo que sería útil una reflexión pertinente a este proceso electoral que espero pudiera ser útil a los electores que acudan el próximo domingo a las urnas. No soy politólogo y mi comentario lo trato de enmarcar en un contexto económico en el tema de políticas públicas, provisión de bienes y servicios y responsabilidades.
En este proceso electoral está en juego la nueva conformación del Congreso al renovarse a todos los diputados federales, pero también se eligen a diversos representantes para otros cargos como son los jefes delegacionales (en el DF) y presidentes municipales en algunos estados, además de diputados locales. Lo que quiero destacar es un comentario que realice en esta columna hace algunos años en una elección similar. Si desde hace tiempo se esta hablando de un voto de mayor calidad, creo que sería bueno que el elector considerada algunos elementos importantes que implican su voto. Cada representante a ser elegido tiene un conjunto de funciones específicas relativas al puesto en cuestión. Al momento de votar, éstas deberían ser evaluadas, al menos en términos del funcionario saliente y al partido que representa.
Entre los modelos analíticos que se utilizan en economía para explicar este tipo de relación, elector-funcionario elegido en este caso, existe uno que se llama “agente-principal”. Este último corresponde al elector, nosotros, mientras que el agente es el funcionario elegido. La idea es que al elegirlo como nuestro representante en ese puesto estamos esperando que realice ciertas funciones y cumpla con ciertos objetivos que nosotros buscamos y esperamos. El problema es que sus objetivos no siempre coinciden con los nuestros, lo que provoca que haya una distorsión de incentivos. Debe existir algún mecanismo que permita corregir y alinear estos incentivos para que cumpla con lo pactado y esperado. Por desgracia, en nuestro sistema político estos mecanismos son mínimos o inexistentes. La rendición de cuentas esta ausente, y una vez electo no hay forma de alinear objetivos entre el agente y el principal.
Esto me lleva al caso de la elección de delegados, por ejemplo. Existe la costumbre de que el elector decida por paquete, un solo partido, independientemente de los resultados de cada funcionario en el puesto elegido. Esto lo entiendo para el militante y seguidor duro, pero no para la mayoría que no participamos en algún partido. Podría ser más racional que yo evaluara que hizo el delegado anterior y en función de esto premiar o castigar al candidato del partido al que pertenece. En el caso de un jefe delegacional (o un presidente municipal), existen funciones específicas que debieron ser atendidas. Por ejemplo, mantener las calles en buen estado. Si las calles de mi vecindad se mantuvieron llenas de hoyos durante los últimos años, pues no se cumplió con esta tarea. Peor aún si además resulta que en los dos últimos meses se realizaron acelerados y anárquicos trabajos de bacheos y se pintaron las banquetas. Qué cinismo y desfachatez. Otra tarea tiene que ver con los permisos de construcción residencial. ¿Han crecido de manera anárquica los conjuntos residenciales y otros edificios pequeños en su zona, cuando seguramente le prometieron hace tres años que habría racionalidad y orden? Otro punto malo en la lista. Además seguramente esta enorme actividad en construcción estuvo acompañada de un jugoso reparto de rentas. ¿Tiene problema con tianguis de mercancías o automóviles que prácticamente cancelan la libre circulación ciertos días de la semana o la entrada a su domicilio? Estos son sólo algunos ejemplos, pero estoy haciendo referencia a los bienes y servicios públicos que son responsabilidad de un delegado o presidente municipal y que puedo evaluar de manera directa. Que si esta a favor o en contra del IVA, o de la pena de muerte, o del modelo económico, esos son asuntos que no dependen (al menos directamente) de él. Para estos temas habría que referirnos a otros representantes, en este caso los diputados, a quienes les corresponde participar directamente en el proceso legislativo. Como no tenemos mecanismos de rendición de cuentas y cada tres años es la misma historia, al menos puedo enviar una señal al partido que pertenece dejando de votar por él. En lo que se piensa en un mejor diseño de instituciones, a lo mejor logramos que la presión de pares como consecuencia de los resultados electorales pudiera surtir algún efecto. No lo se, pero no pierdo nada con intentarlo.
En este proceso electoral está en juego la nueva conformación del Congreso al renovarse a todos los diputados federales, pero también se eligen a diversos representantes para otros cargos como son los jefes delegacionales (en el DF) y presidentes municipales en algunos estados, además de diputados locales. Lo que quiero destacar es un comentario que realice en esta columna hace algunos años en una elección similar. Si desde hace tiempo se esta hablando de un voto de mayor calidad, creo que sería bueno que el elector considerada algunos elementos importantes que implican su voto. Cada representante a ser elegido tiene un conjunto de funciones específicas relativas al puesto en cuestión. Al momento de votar, éstas deberían ser evaluadas, al menos en términos del funcionario saliente y al partido que representa.
Entre los modelos analíticos que se utilizan en economía para explicar este tipo de relación, elector-funcionario elegido en este caso, existe uno que se llama “agente-principal”. Este último corresponde al elector, nosotros, mientras que el agente es el funcionario elegido. La idea es que al elegirlo como nuestro representante en ese puesto estamos esperando que realice ciertas funciones y cumpla con ciertos objetivos que nosotros buscamos y esperamos. El problema es que sus objetivos no siempre coinciden con los nuestros, lo que provoca que haya una distorsión de incentivos. Debe existir algún mecanismo que permita corregir y alinear estos incentivos para que cumpla con lo pactado y esperado. Por desgracia, en nuestro sistema político estos mecanismos son mínimos o inexistentes. La rendición de cuentas esta ausente, y una vez electo no hay forma de alinear objetivos entre el agente y el principal.
Esto me lleva al caso de la elección de delegados, por ejemplo. Existe la costumbre de que el elector decida por paquete, un solo partido, independientemente de los resultados de cada funcionario en el puesto elegido. Esto lo entiendo para el militante y seguidor duro, pero no para la mayoría que no participamos en algún partido. Podría ser más racional que yo evaluara que hizo el delegado anterior y en función de esto premiar o castigar al candidato del partido al que pertenece. En el caso de un jefe delegacional (o un presidente municipal), existen funciones específicas que debieron ser atendidas. Por ejemplo, mantener las calles en buen estado. Si las calles de mi vecindad se mantuvieron llenas de hoyos durante los últimos años, pues no se cumplió con esta tarea. Peor aún si además resulta que en los dos últimos meses se realizaron acelerados y anárquicos trabajos de bacheos y se pintaron las banquetas. Qué cinismo y desfachatez. Otra tarea tiene que ver con los permisos de construcción residencial. ¿Han crecido de manera anárquica los conjuntos residenciales y otros edificios pequeños en su zona, cuando seguramente le prometieron hace tres años que habría racionalidad y orden? Otro punto malo en la lista. Además seguramente esta enorme actividad en construcción estuvo acompañada de un jugoso reparto de rentas. ¿Tiene problema con tianguis de mercancías o automóviles que prácticamente cancelan la libre circulación ciertos días de la semana o la entrada a su domicilio? Estos son sólo algunos ejemplos, pero estoy haciendo referencia a los bienes y servicios públicos que son responsabilidad de un delegado o presidente municipal y que puedo evaluar de manera directa. Que si esta a favor o en contra del IVA, o de la pena de muerte, o del modelo económico, esos son asuntos que no dependen (al menos directamente) de él. Para estos temas habría que referirnos a otros representantes, en este caso los diputados, a quienes les corresponde participar directamente en el proceso legislativo. Como no tenemos mecanismos de rendición de cuentas y cada tres años es la misma historia, al menos puedo enviar una señal al partido que pertenece dejando de votar por él. En lo que se piensa en un mejor diseño de instituciones, a lo mejor logramos que la presión de pares como consecuencia de los resultados electorales pudiera surtir algún efecto. No lo se, pero no pierdo nada con intentarlo.
1 comentario:
Doctor, estoy complemantemente de acuerdo con su reflexión y la verdad es una evaluación objetiva y practica, de hecho ése es el criterio que voy a seguir, sin embargo pasando al siguiente paso, los demás candidatos y los partidos tampoco son una buena opción por experiencias pasadas, y tampoco comulgo con la opción del voto nulo. Nos queda resignarnos al volado? poruqe tampoco llegamos al menos malo, todos son igual de malos.
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